Imagen tomada de http://mexico.cnn.com/tecnologia/2011/04/20/la-nasa-festeja-21-anos-del-telescopio-hubble-con-una-rosa-galactica
¿Qué nos imaginamos al hablar del cosmos? Primero pensaremos en el espacio desde donde se puede ver la Tierra, tal vez desde la Luna; luego, tal vez, el Sistema Solar; luego nuestra galaxia, la Vía Láctea; luego otras galaxias como Andrómeda; luego... bueno, tal vez después de eso comencemos a marearnos y si somos algo susceptibles, nos comience a dar un poco de ansiedad. Y es que el Universo es tan grande y nosotros tan pequeños que tal diferencia resulta abrumadora. Pero a pesar de nuestra pequeñez el ser humano tiene una mente que intenta abarcar todo. Buscamos conocer y explicar todo, y el Cosmos no es la excepción.
Cabe preguntarse si la búsqueda de los principios del Cosmos es una tarea que le corresponda a la Filosofía, cuya intención es dar una explicación global y radical de la realidad, o a la ciencia, que nos ofrece datos e interpretaciones sobre el mundo a partir de la experimentación. Probablemente la mayoría de los votos será para la ciencia porque ¿qué pueden saber los filósofos sobre física, química o biología? ¿Qué pueden decir ellos que se la pasan en las nubes y pensando en cosas raras como el "ser"? Bueno, en la antigüedad, filosofía y ciencia estaban estrechamente unidas; muchos de los primeros filósofos eran versados en matemáticas y astronomía, y una de las mentes más brillantes de la historia como Aristóteles fue, además de un gran filósofo, un gran biólogo.
De hecho, los primeros filósofos fueron también conocidos como naturalistas, pues su principal preocupación era encontrar el primer principio de la naturaleza.
Para Tales de Mileto era el agua; para Anaximandro, lo indeterminado; para Anaxímenes, el aire; para Empédocles, los cuatro elementos (agua, aire, tierra y fuego) que se combinan por una fuerza unificadora (amor) y una separadora (odio); para los pitagóricos, los números y finalmente, con los atomistas surgió por primera vez la propuesta de una partícula indivisible como elemento último de la realidad. Fue hasta la llegada de Sócrates que se olvidó un poco la pregunta por el Universo para dirigir la mirada hacia el hombre y la ética.
Sin embargo, dentro del espíritu filosófico se encuentra la inquietud por entender la realidad en su totalidad y es por ello que el alumno más famoso de Sócrates, Platón, también dio propuestas propias sobre la explicación del Universo, que podemos encontrar en diálogos como el Timeo, donde vemos que los elementos de la realidad se entienden de manera geométrica. Para Platón, que también tenía influencias pitagóricas, era fundamental el estudio de las matemáticas, al grado de que no se permitía entrar a la Academia sin estar familiarizado con ellas.
Con Aristóteles, alumno de Platón, llegamos a la culminación de la filosofía griega y en cuanto a la explicación de la naturaleza, como en otros temas, el alumno se separó de las ideas de su maestro. Para Aristóteles, las matemáticas no eran el método primordial para conocer la realidad, sino que solamente se aplicaban a determinados ámbitos. No era la cantidad sino la cualidad lo que nos daba una explicación del cambio. El cambio no puede darse sin materia y es por ello que se debe estudiar desde la física y no desde las matemáticas que consideran sin materia lo que se da en la materia. Aristóteles, que fue hijo de un médico, no practicó la filosofía como diríamos ahora "de sillón", sino que fue un científico dedicado a observar los fenómenos.
Aristóteles explicó el movimiento en términos de dos contrarios (forma y privación) que actuaban sobre un sustrato material, así si por ejemplo tenemos pedazo de mármol que se convierte en estatua podemos decir que la materia (en este caso el mármol) adquiere la forma de una estatua que antes no tenía, esta gritado de ella. No es propósito de este artículo explicar dar una explicación profunda de la causa formal aristotélica, pero me parece importante aclarar que la forma no se reduce a la figura, sino que, aunque parezca trabalenguas, es aquello que hace a una cosa ser lo que es.
Aristóteles también consideraba que el Universo era eterno y limitado, que no existía el vacío y que había una diferencia entre la materia del mundo sublunar, corruptible, y la del mundo supralunar, hecho de una materia sutil. Además, como sabemos, creía que la Tierra era el centro del Universo, que éste era esférico y que los cuerpos celestes se movían de manera regular. Esta concepción del Universo duró varios siglos más hasta la revolución científica.
Con la llegada del Renacimiento llegaron también numerosos descubrimientos astronómicos. Como precursor de esta época, Leonardo da Vinci consideró que el Cosmos era una máquina celeste que se regía por determinadas leyes y que el comportamiento del cielo se podía explicar de manera similar a las explicaciones del mundo terrestre[if !supportFootnotes][1][endif], anticipando así la unificación que haría Newton del las leyes del universo. Con Newton se pensó que podíamos tener una misma ley para el cielo y para la tierra, una ley universal. Sin embargo, hasta aquí todavía no había una ruptura significativa con la metafísica, pues Newton consideraba a Dios como la causa del Universo y no tenía intención de dar una explicación omniabarcante de la realidad. A pesar de ello, era difícil (y es todavía) superar la división cartesiana entre materia y pensamiento y llegó el punto en que se dio una ruptura definitiva cuando se dio prioridad a una explicación mecanicista del mundo sin ninguna apelación a explicaciones teológicas o metafísicas.
Sin embargo, esa tampoco fue la última y definitiva cosmovisión. Con la física cuántica, la teoría del caos, la noción de fractal como una irregularidad que se repite y la evolución se ha ido rompiendo con el determinismo mecanicista para llegar a una visión del mundo como un sistema dinámico, probabilístico, en el que las partes interactúan de modo que forman un todo integral y funcional. ¿Cuáles son ahora los principios del universo? ¿Es el caos lo único estable en el Cosmos? La ciencia todavía busca la forma de unificar el macro, meso y microcosmos. Todavía, como lo intentaron los antiguos griegos hace ya muchos siglos, seguimos buscando un principio unificador de toda la realidad, una explicación radical del universo en que vivimos.
¿Valdrá la pena seguir buscando algo que no hemos podido encontrar en más de veinte siglos? Supongo que no tenemos otra opción, es algo natural al hombre querer saber, como ya nos lo decía Aristóteles. Después de todo, sí somos pequeños, contingentes, insignificantes, pero parece que también hay algo divino en nosotros. Sí, en este mundo somos como hormigas... pero hormigas que piensan.
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[if !supportFootnotes][1][endif] Velázquez Fernández, Héctor. ¿Qué es la naturaleza? Introducción filosófica a la historia de la ciencia. México: Porrúa, 2007, p. 43