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Humboldt: México para los mexicanos




El de 10 junio pasado fuimos al estreno de Humboldt: México para los mexicanos de Ernesto Anaya Ottone en el mítico Teatro Sergio Magaña. De acuerdo con lo que nos dijeron los organizadores, ésta sería su última temporada en los escenarios; y, bueno, todo el equipo de Lógos Mag agradece la invitación y, personalmente, agradezco la oportunidad de ver un espectáculo cuya narrativa puede ser disfrutada tanto en un nivel superficial de mero entretenimiento, como en los niveles más profundos donde el discurso subyacente descansa en una crítica social externa a la idiosincrasia mexicana y, por tanto, afila las delgadas líneas del humor sarcástico contra la autoimagen que tenemos de nuestra, de por sí, asquerosa memoria histórica.


La obra comienza desde que el público se acomoda en sus lugares; mientras voy por los pasillos laterales, una mujer de origen japonés se sienta en una de las seis sillas en el escenario. Poco a poco se llenan esos espacios con otras personas y otros idiomas hasta que un rumor de diferentes lenguas llena el recinto; luego, todos callan y el barón Humboldt sale a escena. Aquí es donde se nos explica visualmente que hay dos líneas narrativas: por una parte las escenas donde vemos la vida del explorador y su quehacer con respecto a México y, por otra, las historias de los seis diferentes personajes.




Teatro Sin Paredes nos presenta una puesta en donde el proceso de naturalización en las dos líneas temporales es el motor narrativo; la causa que lo impulsa cae en la clásica figura de rotura paternal y el pegamento, en el caso de la linea del explorador es la aventura y los ideales ilustrados; mientras que, en la línea de los seis extranjeros es tanto la historia del Primer Naturalizado Mexicano como el libro: Pedro Páramo -el cual hace un eco en la historia del padre contada por los seis y en el frágil sentido de pertenencia que se construye o se destruye, según parece, por los azares del destino.


En otras palabras: la obra muestra cómo extranjeros quieren ser mexicanos, la historia que los impulsa para serlo y el resultado de su decisión. En el primer párrafo hablé de que en el discurso descansa una crítica social hacia nuestra idiosincrasia y nuestra memoria histórica que parece, más bien, defectuosa. Pues sí: la obra rompe la cuarta pared en un par de ocasiones -cosa que se agradece porque es bastante larga- para presentarnos un examen oral sobre historia de México y nos lanzan en secreto esta pregunta: ¿por qué un extranjero no puede tener ni un error en un examen de historia de México para naturalizarse y, por otra parte, un mexicano ni siquiera recuerda lo que pasó a principios de sexenio?


En cuanto a aspectos técnicos se agradecen las bonitas imágenes de motivos huicholes al final de la obra; sin embargo, suponiendo que haya sido error técnico en ese momento y no fuera a ocurrir de nuevo, les sugeriría que empataran correctamente los subtítulos al principio de la puesta: muy pocos tienen dominio absoluto de seis idiomas; el inglés, vale, pero ¿alemán y japonés? Creo que ahí sí me hicieron falta las traducciones en tiempo. Por cierto, el juego de tres escenarios (uno al frente y dos en los costados) es muy acertado y permite que la audiencia distraiga su cabeza un rato; sin embargo, para las personas que están en las primeras filas resulta un poco incómodo dado que las butacas no están adecuadas a un espectáculo en 360°.


Dicho lo dicho, vayan a ver Humboldt en la Calle Sor Juana Ines de la Cruz 114, en Santa María la Ribera del 10 al 25 de julio los viernes a las 8:30 pm, sábados a las 7 de la noche y los domingos a las 6 de la tarde. El precio es de $136 pesos pero, si eres estudiante, maestro, trabajador de gobierno, INAPAM o militar con credencial vigente el descuento es de 50%.

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