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JIMENA PERRONA





La Capilla siempre se ha distinguido por escenificar puestas cuyo contenido es diferente, personal, íntimo, cotidiano o, simplemente, profundo. En el caso de esta obra los puntos anteriores no solamente son un plus, sino que, aún, parecen permear en toda la textura de la representación.


Jimena, una mujer como muchas otras en nuestro país, se enfrenta a una de las decisiones más difíciles que la vida le pudo haber puesto; al enfrentarse a la tragedia, lo hace con humor, pero, claro, con la determinación de quien “muere con el hábito del ejercicio”.


Ella, acompañada de todos sus perros -aunque el Pelos siempre se queda el último-, decide vivir los últimos días con el razonamiento moderno del carpe diem: disfrutar el día porque, éste, puede llegar a ser el último; y ¡miren que lo hace tremendamente bien! Se enfrenta a las primas quienes, en su boca, siempre han sido unas “pinches garrapatas”; pasa una noche inolvidable con un hombre intrascendente; descubre la maravilla de la cannabis y el peligro de su dealer; reconoce en su vecino al hombre que, quizá, podría ser su compañero de viaje; y, claro, toma la decisión más difícil que cualquiera podría tomar: ser congruente consigo mismo.


Esta obra, cuya simplicidad destaca aún más por el tratamiento de la temática de la que habla: una mujer, las circunstancias que la rodean y todo ello compactado en un escenario oscuro con una sola silla por escena y una actriz interpretando en nuestra cabeza, por vía de nuestros ojos, su historia.


Lisbi Cuellar dio vida a Jimena y lo hizo realmente bien: desde su forma desenfadada de presentar sus propias circunstancias; los diferentes tonos y las diferentes voces que el personaje tenía qué presentar; los diálogos que se completan en la imaginación del espectador y, por supuesto, las expresiones necesarias que mueven a quien la mira hacia las emociones que Jimena misma experimenta en cada paso de su historia.


Y justamente en ello tiene el mérito esta obra y su actriz elegida: siguen una forma de hacer dramaturgia en donde los elementos de toda una historia se presentan en el escenario para que el público asistente se convierta no sólo en un espectador pasivo sino que, de hecho, se sumerja en la trama de tal modo que participe en ella.


Si hay un aspecto que podría decir que se echa en falta dentro del desarrollo de esta obra es la costumbre de pasar demasiado rápido entre la tragedia y la comedia; uno comienza a saborear el sentimiento trágico de ese instante irrepetible en que el personaje ve su propia miseria cuando, sin decir “agua va”, la dramaturgia rompe nuestro disfrute y nos saca una carcajada con un diálogo tan perfecto que se convierte en un patrón sencillo, cadente y, a la larga, poco sorprendente. No debe de malinterpretarse lo que digo: la obra se construyó sumamente bien, sin embargo tal construcción simplemente se evidencia demasiado en secuencias, por lo tanto, igualmente claras.


Jimena Perrona es, por tanto, una obra que debe ser vista por todo el que vea en la vida tanta seriedad que, por eso mismo, se vuelva en la risa cálida y despreocupada antes que en el llanto tendido y falso.


Continuará en temporada los siguientes martes de agosto y, para septiembre, reanudarán funciones pero los días jueves de todo septiembre. Todas las funciones serán a las 8:00 de la noche en Teatro La Capilla. El precio es de $200-$250 pesos pero, si eres estudiantes, maestros o jubilado, tienes un 30% descuento presentando tu credencial vigente, sólo en la taquilla del teatro. Pagarás $150.

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