Roubaix se ubica en el norte de Francia, está tan sólo a 20 minutos de Bélgica y a tres horas de París. Es un poco la metrópolis de Lille, capital europea por excelencia. Aquí todo hace referencia a esta especial situación, entre la estación de trenes: Gare Lille-Europe y la estación de metro: Eurotéléport, existen gran cantidad de ejemplos. Pero su proximidad con el resto de Europa, el hecho de encontrarse en la frontera francesa y de tener una historia común con Bélgica e Inglaterra la hace una región particular. Aquí viven los Ch’tis y se habla Picard y Neerlandés además del Francés.
Pero el nuevo estatus de Lille y de las ciudades aledañas es fruto de muchos años de trabajo regional. Se ha trabajado por hacer del norte uno de los sitios más propositivos en términos de arte. Aquí el arte se manifiesta en todas sus formas y no se limita a lo que se puede o no hacer en París. Se trata de una de las transformaciones más interesantes del país, el norte estereotipado como una región exclusivamente minera y de grandes usinas textiles es ahora centro imaginativo y centro de atención europeo.
Si aún no están convencidos, han de saber que en esta antigua zona minera está el “pequeño” Louvre, Le Louvre de Lens. Con exposiciones que atraen gente de todo el mundo, piezas únicas y propuestas de manera más lúdica. Este es el norte de hoy; y, como parte de sus manifestaciones, la semana pasada organizaron la noche de las bibliotecas. Un evento totalmente nuevo para mí y al cual no pude dejar de asistir. Sin embargo, elegir un lugar y no otro, según la programación de la noche, se revelaría crucial ¡pues todo se llevaba a cabo al mismo tiempo y en sitios distantes entre sí! Y me sentí como cuando se entra en una heladería con decenas de sabores: ¡uno nunca sabe realmente qué hacer!, así que elegí un poco al azar.
El sábado 17 de octubre me presenté en la mediateca de Roubaix a las ocho de la noche, ni muy formal ni tan casual, a la carta un concierto acompañado de tres autores. Los autores dibujaban mientras el grupo tocaba, cada uno tuvo su turno y los tres nos contaron a punta de pincel tres historias
completamente diferentes. La experiencia fue única, niños como adultos nos sentamos frente al escenario, algunos en el suelo, otros sobre sillones
coloridos y los demás en simples sillas. El grupo lo componían dos jóvenes tecladistas que hacían pensar en Mogway. Los autores venían a presentar sus libros, historias ilustradas acompañadas de una que otra palabra, cada uno con un estilo particular. Lo mágico del evento venía de la fusión del dibujo y de la música, podíamos ver el dibujo proyectado en el fondo del escenario y cada personaje cobraba vida.
Nadie podía extrañarse del hecho de no escuchar ni ver ni una sola palabra, no eran necesarias. Y resultaba una intriga tratar de anticipar el próximo trazo, la música nos decía algo pero quedaba suspendida hasta que no se concretizaba en una imagen. Una serie de líneas temblorosas se transformaban en la copa de un árbol, un círculo en el rostro de un niño, no podíamos saber qué podía venir después. Así, como en un sueño que no se puede dominar, vimos los personajes y la historia desenvolverse como si estuviéramos en ella.
La impresión es sorprendente, ¡era como estar en un sueño!, una especie de cortometraje hecho en vivo, casi improvisado. Las manos de los autores iban a una esquina y a otra de la hoja, todo estaba siempre por decidirse. Para alguien como yo, que necesita ver muchas letras en un libro para siquiera considerar comprarlo, esta fue una revelación. Me desplacé momentáneamente, me pregunté qué le pasaba a los personajes, busqué una explicación a la situación que se dibujaba ante mí. Pero, como muchas veces
en la vida, esa explicación depende de cada uno, de cómo se perciben las cosas. Las palabras nos dan una sensación de comprensión, pero no siempre lo pueden decir todo y es ahí, en ese rincón mágico, que entra la música y el dibujo... en lo que se escapa a nuestra lengua pero queda impreso en nuestros sentidos.
Roubaix, en su instinto por manifestarse a través de todas las formas de arte alternativas, jóvenes y menos clásicas, consiguió, una vez más, impresionar a su público. Y, aunque dista todavía de ser un sitio turístico a nivel internacional, si algún día están por aquí (y con por aquí incluyo toda la región flamenca) no pueden dejar de darse una vuelta.