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Gala Wagner en Bellas Artes

Richard Wagner fue, sin lugar a dudas, uno de los más grandes compositores que ha habido. Hoy en día lo recordamos sobre todo por sus grandes piezas musicales operísticas; pero él se concebía a sí mismo no sólo como un músico sino también como un pensador y, especialmente, como lo que él consideraba un artista en sentido pleno. Esto último implicaba que él afirmaba ser no sólo músico sino también dramaturgo; su idea artística es heredada de las tragedias griegas y su pretensión era la de construir grandes piezas escénicas que involucraran a más de una de las artes.


En otras palabras, no estaba satisfecho con sólo componer música; una pieza artística completa, según él, debía incluir también a la literatura, la escenografía, la actuación y el vestuario. Es por este motivo que de hecho no llamaba a su obras “operas” sino más bien “dramas musicales” para denotar que lo que quería hacer no era en estricto sentido lo mismo que las óperas, sino algo más cercano a las tragedias griegas que involucraban al coro, a los actores, a la música, a la escenografía, etc.


Pero escuchar uno de estos “dramas musicales” de Wagner le llevaría al espectador alrededor de cuatro horas en promedio. Sí, por supuesto que vale toda la pena del mundo y es algo que se debe hacer antes de morir; pero también hay otros modos de acercarse a la música de este genio que nos permitan echar un vistazo más amplio a su inmenso panorama musical y artístico. Muchos extractos de sus piezas se presentan constantemente en conciertos, y esto fue lo que hicieron Enrique Patrón de Rueda (como director invitado) y la Orquesta Filarmónica de la UNAM el 15 de noviembre en Bellas Artes. En lugar de presentarle al público un drama musical completo nos presentaron una selección de algunas de las arias y oberturas más representativas del repertorio wagneriano.


La ocasión fue una gran oportunidad para aproximarse a la música de Wagner de una manera mucho más digerible que el esfuerzo, tanto intelectual como físico, que implica sentarse cuatro horas a prestarle atención a un drama musical. Lo que es digno de hacer notar es que, a pesar de que no teníamos la historia completa de grandes obras como Tristán e Isolda o El ocaso de los dioses, tanto la orquesta como la soprano canadiense-estadounidense Othalie Graham lograron sumergirnos en la intensidad emocional de estos dos dramas musicales.


En cuanto a las oberturas y el resto de las arias el concierto fue ocasión, para quienes ya conocen a Wagner, de apreciarlo desde el punto de vista puramente musical (aunque quizá a él no le hubiese gustado la idea); y para quienes no lo conocen fue ocasión de comenzar a sumergirse en su obra. El concierto fue, en pocas palabras, una manera accesible de apreciar a Wagner que invita al oyente a interesarse más por la obra del compositor.


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