Vi a un mendigo que estaba a un lado de la calle. Los autos pasaban sobre algo que él miraba con incredulidad. Sus ojos reflejaban impotencia, el maquillaje de la serenidad que oculta la desesperanza se había caído y un brillo extraordinario ocupaba sus ojos: lo que estuviera ahí tirado valía, para él, arriesgar la vida.
A su lado vi a un perro. El color negro de su pelaje brillaba con los ojos del mendigo. Observaba y, expectante, seguía los movimientos de aquél.
Un auto pasó, luego otro y, finalmente, la combi en la que iba recorrió el suelo bendito sobre el que el mendigo oraba con aquellos ojos dibujados por la impotencia. Volteé para no perderlo de vista y pude observar su desgracia.
Las manos del hombre señalaban una plasta verde, roja y naranja embarrada en el pavimento. Eran vegetales que a alguien se le cayeron y los coches, sin compasión alguna, aplastaban a su paso incesante. Había además trozos de carne y una bolsa de pan… a alguien verdaderamente desafortunado se le habían caído, quizá iba hacia su casa después de hacer el mandado y, para evitar que algún auto lo aplastara, tiró la bolsa con sus víveres; o quizá, aquel carro sí cobró su víctima y la bolsa sencillamente voló junto con el cuerpo. Quizá ambos cayeron al suelo y, a ambos, los trituraron las llantas grises de aquella línea monótona, mecánica y caótica de coches.
O, quizá, el mendigo había juntado algunas limosnas y h
abía comprado aquellos víveres; quizá cuando atravesaba la calle un automóvil distraído empujó al hombre y éste, atolondrado por el golpe, dejó caer la bolsa con lo que había podido comprar. El auto detrás de el que le pegó pasó entonces y asesinó a las dos frutas, la lechuga, dos zanahorias, un huevo, una fajita de res y una lata de atún que había podido comprar.
La combi avanzó más y el mendigo se perdió junto con el perro detrás de una curva. Sin embargo, lo último que pude ver en esos segundos que pasaron fue al mendigo agachándose y estirando la mano para poder alcanzar un trozo de lechuga intacto entre toda la masa de víveres aplastados.