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Todos estamos muertos

Todos estamos muertos. De alguna manera cada uno de nosotros nos hemos asesinado lentamente. El ser humano, tan social en algún punto de la historia, ahora es un ser totalmente solitario que piensa que cada día tiene más amigos. Un engaño colectivo, nada más.


La tecnología libró una batalla contra esa esencia y ganó. Lentamente, pero ganó. Esos avances se debieron de haber utilizado para resolver pequeños problemas que harían la vida un poco más fácil. Sin embargo, paso a paso comenzó a abarcar más espacios en el día a día.


Por ejemplo, el mp3 y el ipod resolvían un problema que muchos fanáticos de la música sufrían desde hace años. Si querían llevar música debían cargar varias cintas para el walkman o una carpeta con muchos discos. Con este gran invento era posible olvidarse del esfuerzo que suponía llevar de un lado a otro sus canciones; además del ahorro en tiempo y dinero.


Pero no, por alguna razón se creyó que si un ipod permitía salir con mil canciones en el bolsillo era una obligación hacerlo. Esto no solo llevó a la digitalización de la música en masa, sino que se llevó algo de verdad importante y significativo: la relación personal con la música.



Los clásicos del rock y otros géneros pasaron por un proceso que ya no existe, duraban en la vida de la gente bastante tiempo porque conseguir música nueva no era ni sencillo ni barato. Además, las personas se involucraban a un nivel más profundo con el artista; hoy en día, en muchas ocasiones, ni siquiera se sabe quién está cantando. Las canciones ya no significan algo para la gente; son como simples monedas de diez pesos.


Y lo mismo pasó con el teléfono. Cuando solamente existían teléfonos fijos era común que al buscar hablar con un amigo existiera una conversación con alguien más de su familia. Las personas se relacionaban, aunque no estuvieran frente a frente, incluso sin conocese en persona. Pero al no existir garantía de encontrar a aquella persona se presentaba un problema en situaciones de emergencia, el cual resolvía el celular.


El celular, que alguna vez fue un lujo, finalmente se convirtió en una herramienta asequible para cualquier persona. Gracias a eso, en urgencias era posible contactar a quien fuera para pedir u ofrecer ayuda sin importar dónde estuviera. Sin embargo, de nuevo todo llegó demasiado lejos.


Las relaciones personales encontraron un intermediario. Un hombre de negocios que se deshace de todo aquello que no es “necesario” en pos de la inmediatez. Y lo dejamos. Las personas hablan con 5 personas a la vez desde que amanece hasta que se va a dormir en conversaciones que han olvidado cómo y cuándo empezaron y que parece durarán toda su vida. Todo mientras ignoran a la persona que está del otro lado de la cama, quien está haciendo lo mismo.


Como sociedad hemos elegido relacionarnos con el mundo a través de una pantalla en vez de mirar por la ventana. Vivir en el pasado por medio de fotos y videos en lugar de coleccionar experiencias y rememorarlas desde las sonrisas de complicidad.


Estuvimos muertos desde el momento en el que un pulgar arriba nos ha hecho sentir mejor que el elogio sincero de un amigo.


Todas las fotografías han sido tomadas del trabajo “Removed” del fotografo estadounidense Eric Pickersgill que puedes ver en su totalidad aquí http://www.ericpickersgill.com/

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