@leonergo
En un texto que escribió uno de nuestros cables, él nos afirmaba: “sí, ¡tus gobernantes te quieren ignorante y asustado!, eres más predecible y controlable de ese modo.”
Al inicio de este año podemos afirmar que eso es verdad: nos encontramos con la noticia de que la Cámara de diputados, sacrosanto recinto de arrimados, papanatas y aviadores, elevó la entrada a los museos en la miscelánea fiscal para este año; y, los cobros, no son ningún chiste: ningún museo te costará menos de $30 pesos.
Pongamos las cosas claras: en nuestro país la cultura —o al menos el tratamiento burocrático de la misma— es un chiste; y, para muestra, muchos ejemplos. Comencemos con la “reorganización” del desbarajuste cultural mexicano bajo la figura de una institución cuyo nombre, de por sí, es risible: “Secretaría de Cultura”. Hasta ahí, parece que todo bien, pero… como con el “Mando Único” en el caso de la seguridad, tal institución es prácticamente un costal de papas porque a los papanatas del Congreso se les olvidó redactar, proponer y votar una Ley general de cultura en donde se establezcan los mecanismos, atribuciones y procesos a seguir por ese gigantesco bloque de nuevos burócratas. Entonces, prácticamente estamos hablando de un bulto tan sin sentido como los pluris.
Segundo, la Comisión de Hacienda, según algunas fuentes, presentó la propuesta de alza a los accesos en las taquillas con la excusa de que reinvertirá los recursos en obras para fomentar la cultura; es decir, agarrará, según, el dinero para hacer más esculturas de horribles Guerreros Chimalis en algún otro agujero de pobreza e inseguridad con el fin de embellecer el paisaje, dar identidad a una población falta de conocimientos propios y, cómo no, decir que México es una de las naciones con la mayor cantidad de museos –inútiles- en el mundo entero. O, al menos, eso es lo que un servidor cree, porque la verdad es que, tomando las declaraciones que hizo Cristina Gaytan para Animal Político, “actualmente no hay claridad sobre la ruta que sigue el dinero recaudado en taquilla, pero este tema tendrá un tratamiento especial en la [—inexistente—] Ley General de Cultura”
Tercero, a los amados diputados se les ocurrió la genial idea de clasificar los recintos encargados al INBA en tres diferentes tipos:
“el tipo 1 o Museos históricos” —o en donde los gatos no pisarán para no afear el paisaje de la fauna con clase — que tendrán un precio de $60 pesos y en los que se incluyen Museo del Palacio de Bellas Artes (antes $49), Museo Nacional de Arte (MUNAL antes $38), Museo de Arte Moderno (MAM antes $20), Museo Tamayo de Arte Contemporáneo Internacional Rufino Tamayo (antes $21).
“El tipo 2 o Museos emblemático, que tendrán un costo de $45 pesos y en los que se encuentra Museo Alvar y Carmen T. Carrillo Gil (antes $20), Museo Nacional de San Carlos (antes $27), Museo Nacional de la Estampa (antes $14) y Museo Nacional de Arquitectura (antes $20)
“El tipo 3 o Centros expositivos”, que tendrán un costo de $30 pesos. En éstos se encuentran “Museo casa de Diego Rivera y Frida Kahlo” (antes $14), Sala de Arte Público Siqueiros/La Tallera (antes $13), Laboratorio de Arte Alameda (antes $20) y el Museo Mural Diego Rivera (antes $20)
Cuarta, propiamente en la sociedad mexicana —y lo digo al haber trabajado en una museo— no hay una cultura museística; más aún —y lo digo al trabajar como periodista freelance—, los museos necesitan la mayor difusión posible pues, a menos que haya un pintor famoso o una exposición de artistas mundiales, su público casi exclusivamente se compone de niños y adolescentes que mandan de la escuela a x o y museo y éstos sólo asisten a regañadientes o porque consiguen algún punto extra.
Tomando eso en cuenta, ¿qué amerita la subida de tarifas si estudiantes, profesores y ancianos tendrán su entrada gratuita? ¿Acaso el gobierno pretende, con ello, relegar al resto de la sociedad? ¿Acaso pretende que los padres que lleven a sus hijos paguen, entonces, dos boletos en vez de uno? Quizá quiere decir que México, en el fondo, prefiere aplicar una política clasista, oligárquica y discriminatoria en donde, para entretenerte en un medio que desarrolle tu consciencia y expanda tus horizontes, debes contar con el poder adquisitivo suficiente para no llevarte el chasco de tener que gastar un día de salario (suponiendo que esa persona gane 180 pesos al día y no tenga ninguna otra obligación, como comprar comida o pagar servicios básicos) para poder acceder a algo que, en principio, debería de ser casi gratuito.
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