Y ningún jardinero fue tan feliz en otros tiempos
Por tanto invierno y tantos vientos, me oyes
Azotando flores, sólo nosotros, me oyes
En medio del mar
Por la sola voluntad del amor, me oyes
Elevamos una isla entera, me oyes
Con cuevas y cabos y floridos acantilados
Oye, oye
¿Quién habla en el agua y quién llora —oyes?
¿Quién busca al otro, quién llama —oyes?
Soy yo que llamo y soy yo que lloro, me oyes
Te amo, te amo, me oyes.
El Monograma, IV, Odysseas Elytis
Se encienden las luces y en escena aparece Roxana interpretada por Diana Aguilar; el escenario es la cocina de la casa: el Foro 2. Huele algo dulce en la estufa: creo que es ponche. Hay un baúl en la mesa… comienza a contarnos su historia. Al poco rato se abre la puerta de la cocina y se cuela alguien: Jonás, interpretado por Jean Loher; se dirige a nosotros: los únicos dos espectadores… nos cuenta quién es... nos dice qué hace: comienza entonces un diálogo, casi secreto, separados por toda una vida, entre marido y mujer.
A veces se rompe la cuarta pared: apelan, ambos, al espectador como testigo de su tragedia.
Daniel García, director de la obra, nos presenta la historia de una familia que enfrenta la enfermedad de Jonás, el marido, para encontrarse con la tragedia que impele a todo el universo: la muerte.
Los actores supieron interpretar con entereza los papeles: las expresiones desgarradas por el dolor de la pérdida se presentaron tanto como el abrazo amoroso que cualquier enamorado otorga con la caricia de su gesto a quien ama. Me la creí: lo confieso… y fueron tan generosos los dones de ambos actores que me hicieron derramar unas cuantas lágrimas.
Técnicamente la obra sale limpia: se supieron acomodar, en tiempos, tanto la idea de atemporalidad espiritual del marido y la temporalidad terrena de la esposa; así como, cuando fueron necesarios, los diferentes flashbacks, incluido –y con aplausos- aquél donde fuimos testigos de la vida mortal saliendo con un aliento ahogado del cuerpo de Jonás.
Pese a que la proyección y ejecución de la pieza dramática merecen una amplia recomendación; quizá –y esto puede tomarse como algo a título personal- el desenlace no sea del todo adecuado a la carga emocional inmediatamente anterior. Me explico: si me llevas al límite de mi sentimientos, ahí donde la lágrima se suelta y el moco se tiende, no puedes traerme tan rápido a la realidad calmada del “y, bueno… así fueron las cosas…” y, menos aún, haciendo uso de un argumento como “las energías” y “el ser espiritual que se une al todo.” Hubiera aplaudido sin chistar si, en el momento culmen del acto trágico las luces se hubiesen apagado completamente: y, lentamente, me hubieran traído de vuelta a la bonita dinámica anterior: los esposos que se hablan en la celosía propia entre vivos y muertos.
Si eres un aficionado del teatro y fuiste a ver la obra Wenses y Lala y saliste berreando inconteniblemente como yo, Volverte a ver es una obra muy recomendable para ti. En cambio, si no sabes de qué estoy hablando, pero estás enamorado y quieres tomar de la mano a tu amor mientras abrazan sus almas fuertemente, entonces también es una obra para ti.
Recuerda: puedes ver esta producción de Sandra Pinal en el Foro 2 de Teatro en Corto de jueves a domingo.