Parece como si el mundo del teatro se hubiera puesto de acuerdo: ¡hay muchas obras que hacen mofa del presidente que tenemos: así, sin más! ¡Algunas de éstas son muy perspicaces, algunas son bastante obscuras, unas más son humorísticas, otras resultan críticas y ácidas... pero... otras... no son tan buenas!
Lamentablemente este último es el caso de "Ay qué Peña, ¡La Dueña!", una comedia que se presenta esta temporada en Teatro en Corto y que fue escrita por Alejandro Licona.
El guión presenta a la esposa del presidente Peña y a él mismo en una situación conyugal: éste llega de una putifiesta a las tantas de la mañana y La Gaviota, por supuesto, está enojadísima y lo amenaza con abandonarlo. Nuestro querido Quique, borracho, hila un discurso incoherente, como sólo él sabe hacerlo, de modo que con éste intenta justificar todas las indecencias de las que su esposa lo acusa. Al final, como ocurre en la vida real, la mujer seducida por la apología de su marido, se queda con él transformada en una Barbie sin cerebro... o, al menos, eso es lo que nos hace creer.
Seré claro: se sintió como si el dramaturgo hubiese releído todas las noticias chuscas y todos los errores de nuestro presidente, hubiera llenado los espacios en blanco con una excusa de situación para situarlos todos juntos y nos los hubiese presentado así: rústicos, repetitivos y gastados. Reírse del original es una cosa, pero reírse de lo que dice una y otra y otra vez siempre lleva al hastío.
Del guión no tienen culpa los actores, quienes hicieron su trabajo perfectamente; tanto Aitor Iturrioz, el presidente Quique, como Cristina Remy demostraron que, aún con un guión soso, el compromiso actoral está por encima: el señor Iturrioz, metido en su papel, estiraba el personaje lo suficiente para sacarle una sonrisa al público; y, la señorita Remy, nos dejó ver la personalidad fuerte de las mujeres mexicanas detrás del halo de debilidad con las que se presentan.
No los desaliento a ver esta comedia: ¡al contrario! Acérquense a Teatro en Corto y véanla, ya que, como dirían por ahí, el gusto se rompe en géneros.
Yosemite, #40 a unos pasos del WTC Ciudad de México. Precio: $70 pesos por obra.