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Reinas de fuego



Fotos de @michelbeauclerq


La belleza y los concursos para obtener su aprobación siempre están en boca de alguien. En esta ocasión, fuimos a ver Reinas de fuego, una puesta en Teatro en Corto dirigida por América Gabriel y Kerim Martínez. Si me pidieran que la describiera en pocas palabras diría: directa, desgarradora y sencillamente densa.


La historia se desarrolla en forma de diálogo entre una madre y su hija adolescente; la muchacha, una reina de belleza, elegancia y buen comportamiento está en la cocina de la casa tomando café, en la radio se escucha una noticia que zimbra a la muchacha; entonces aparece la madre, entró para desayunar pero también escuchó la noticia: tres concursantes para reinas de belleza murieron en un incendio en la cabaña donde se encontraban.


Esas concursantes eran competencia directa de la chica y, además, resultaba un trío con muchos secretos... entre ellos uno que resultó en la espalda desfigurada de la reina de belleza. Eh ahí lo "directo" en la obra: una historia que se cuenta sin regresiones, digresiones y demás marañas argumentativas.


Sin embargo, pese a la amabilidad en el discurso, esta obra toma una profundidad en la psicología de los personajes: el guión revela los recovecos en la mente que compone a los mismos: pude ver a mi hermana peleando con mi madre; al hermano de mi novio enfadado por alguna estupidez. La psicología del adolescente molesto y vejado está ahí; del mismo modo, la madre ahí se encuentra: se pueden ver las típicas concesiones maternas que hacen cuando un hijo se siente molesto y sólo explota con el mundo.


Y bueno, esto último lleva a lo desgarrador: el argumento y las pinceladas psicológicas que nos dibujaron el retrato, fluyen de tal manera que el final imposible y sorpresivo se presenta.

Foto de @michebeauclerq

Dejaré de lado el guión porque ya hemos hablado mucho de él; es momento de la actuación. Las actrices me parece que llenaron verdaderamente los papeles. Por una parte, vimos a Laura Luz, cuya voz por sí sola quedaba bastante bien: simplemente me dejó pensando "he oído esa voz en otro lugar... es tan agradable". Por otra parte, tuvimos a Luciana González de León, una joven actriz que, quizá, debía evitar el énfasis al final de las palabras cuando representa enojo.


Vayan a Yosemit, número 40; merece mucho la pena ver esta pequeña obra que, quizá, sería aún mejor si se presentara en un formato de mayor tiempo.

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