El conflicto entre el amor espiritual y el amor terrenal, éste es el tema central del gran drama musical de Wagner, Tannhäuser. En él, Wagner explora de manera hegeliana la espinosa relación entre un amor puramente carnal, gobernado por el deseo erótico, y un amor exageradamente elevado. El protagonista de la obra lleva el nombre de la misma y la trama nos cuenta su historia desde que decide abandonar el monte de Venus, lugar al que tuvo acceso por haber logrado componer los mejor y más fieles himnos al amor erótico, hasta que encuentra, hacia el final, la vía de desenlace que le permite alcanzar un delicado equilibrio entre los dos tipos de amor que se disputan en la obra.
El monte de Venus es el lugar donde habita la diosa romana del amor erótico; ella fue quien llevó consigo a Tannhäuser debido a que, después de escuchar su música, se enamoro profundamente de él. Una versión posterior de la obra de Wagner, conocida como la versión de París, incluye junto con la obertura un ballet que representa con la danza tanto el drama general de la obra como el ambiente disoluto que se respira y vive en el monte de Venus.
Llega un momento, sin embargo, en que el protagonista se da cuenta de que extraña su vida como mortal; las delicias del amor erótico que le proporciona la diosa Venus no satisfacen los anhelos de su corazón y Tannhäuser, quien entre los poetas es aquel que mejor conoce el amor, sabe que el profundo deseo que guarda en su interior no puede ser satisfecho en dicho monte. Es digno de notar que la infinitud divina pagana del lugar, esto es, el poder experimentar incesantemente los placeres del amor más mundano, no logra satisfacer por completo las aspiraciones del protagonista. Es así que Tannhäuser, quien en algún tiempo quizá creyó que la satisfacción de sus pasiones sería lo que le daría la felicidad, cae en una profunda melancolía y le ruega a la diosa que lo deje volver al mundo al cual pertenece, es decir, el mundo de los mortales. La diosa le concede su deseo a regañadientes pero lo amenaza diciéndole que no pasará mucho tiempo antes de que se arrepienta de su decisión.
Una vez de regreso en el mundo, Tannhäuser decide que optará por una vida de recogimiento y oración. Ve a unos peregrinos que van camino a Roma y decide unirse a ellos. Sin embargo, aparecen entonces los viejos amigos trovadores del protagonista y lo tratan de convencer de volver al castillo donde solía componer música con ellos. En un principio Tannhäuser no logra ser persuadido, pero en cuanto es mencionada Elizabeth, su antiguo amor, éste cambia de opinión. Una vez en el castillo, el rey organiza un concurso para saber quién es el mejor trovador. El tema que se elige para que exploten los poetas es el amor.
Todos ofrecen versiones del amor desde un punto de vista sumamente espiritual, desprendido casi por completo de la carne. Pero Tannhäuser, exasperado, es el único que insiste sobre la dimensión carnal y material de éste. En un último intento por convencer a la audiencia termina entonando la melodía que había compuesto para Venus y, con ello, revela que estuvo en el monte de la diosa. El pecado de Tannhäuser le resulta imperdonable a la corte; el haber estado en el monte de Venus representa una blasfemia que sólo el Papa puede perdonar. Tannhäuser está a punto de ser linchado por la corte pero su amada Elizabeth intercede para que se le conceda la oportunidad de peregrinar a Roma para buscar el perdón del Santo Padre. Es así que el protagonista decide marchar con el resto de los penitentes hacia Roma, todo esto con el principal propósito de obtener el perdón de Dios para poder desposar a Elizabeth.
En el tercer acto se da el clímax de la obra cuando Tannhäuser regresa de Roma; en un principio no es reconocido ya que parece un vagabundo, pero eventualmente uno de sus viejos amigos lo reconoce. Entonces se da la verdadera lucha entre el amor mundano y el divino: nuestro héroe no fue perdonado por el Papa, quien le aseguró que antes brotarían flores de su báculo a que fuera perdonado. El protagonista se encuentra devastado, no obtener la absolución significa no poder desposar a Elizabeth, de quien está verdaderamente enamorado, así que decide volver a invocar a la diosa Venus para volver a sus brazos ya que cualquier cosa es preferible a habitar la tierra como un paria sin poder estar con su amada. Pero momentos antes de volver a los brazos de la diosa su amigo le recuerda a Elizabeth y le dice que, si no desea salvarse a sí mismo, al menos piense en lo que habría querido su amada para él. Tannhäuser decide no volver con la diosa.
Su amor por Elizabeth es más grande, pero no es un amor puramente espiritual, sino que incluye la dimensión carnal también; Elizabeth es de carne y hueso, como él, y el modo en que la ama surte efectos también en su cuerpo, no sólo en su alma. Sin embargo, la obra tiene un final trágico; Elizabeth cree que Tannhäusder no volvió de Roma ya que no lo logra ver cuando regresan los peregrinos y muere de melancolía. Tannhäuser, luego de haber renunciado a Venus, se entera de la muerte de su amada debido a que junto a él pasa un cortejo fúnebre cargando su féretro. Nuestro héroe también muere a causa del dolor tan grande que le provoca el haber perdido a su amada. Pero muere una vez que ha elegido a Elizabeth y ha rechazado a Venus.
Al final de la obra un segundo grupo de peregrinos llega desde Roma, pero estos no son penitentes sino que cargan el báculo del Papa, del cual milagrosamente han brotado flores. Tannhäuser, en su muerte, encuentra el perdón y la redención. Pero Wagner quiere dejar bien clara una cosa: no fue el puro amor espiritual lo que salvó al héroe, así como tampoco lo fue, evidentemente, el amor mundano. Fueron ambos, su redención se da en el equilibrio de estas dos dimensiones del amor. En un principio se mostró cómo el amor puramente mundano no satisfizo los anhelos del protagonista; pero el puro amor espiritual, representado por la corte del rey y su puritanismo, no pudo salvarlo sino que al contrario casi lo condena a muerte.
El retrato que Wagner nos ofrece del amor nos habla de un punto de equilibrio delicado en donde las pasiones más bajas y lo anhelos más elevados se encuentran. El amor salva al protagonista, pero no un amor promiscuo ni un amor abstracto, sino un amor concreto por una persona concreta con un rostro. Sólo amando auténticamente a Elizabeth Tannhäuser encuentra la redención.