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GRAMÁTICA DEL AMOR


La diferencia entre hipocresía y amor es simplemente un desplazamiento del sujeto. En la hipocresía se fingen cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan, fingir significa dar a entender lo que no es cierto, dar a entender es una acción que recae fuera del sujeto que comete el acto; hasta aquí podemos decir que no se puede ser hipócrita en solitario, se necesita de alguien que presencie o padezca la simulación.


La perversión de la hipocresía no radica en el fingir pues podemos ver que muchas cosas en este mundo nos dan a entender algo y no todas ellas son reprobables (la actuación por ejemplo, los chistes, la poesía, etc); tampoco reside en aquellas cualidades o sentimientos que se aparentan pues estos son generalmente buenos (cuando se simulan comportamientos considerados reprochables solemos ser más benévolos y lo calificamos de cobardía o de falta de juicio, es decir, no se toma como una ofensa sino más bien como una deficiencia de carácter).


El móvil de la hipocresía va más allá de un simple y neutro dar a entender, lo que el sujeto aporta a su acción es la intención con la que lleva a cabo su fingimiento y en esta intención encontramos la razón de nuestro repudio a dicha conducta. Sin embargo, como en la primera parte, vuelve a ser necesario alguien que juzgue dicha intención y la desenmascare pues, si el propio sujeto lo hiciera, no hablaríamos ya de hipocresía sino de cinismo.


Hasta aquí nuestros postulados sobre la hipocresía:


1. No basta con que un sujeto finja para hablar de hipocresía, es necesario un tercero que la presencie o (según sea el grado de compenetración con el sujeto) la padezca.

2. Lo que constituye a la hipocresía como ofensa para quien la padece o presencia es la intención del sujeto según el propio juicio del primero.


En el amor existe también una especie de simulación pero esta simulación es más parecida a aquellas acciones previas a la consecución de un hábito que a la ejercida en la hipocresía.


Se dice que adquirir un hábito es posible mediante la repetición de un acto durante por lo menos 21 días (nadie llamaría hipócrita a aquel impuntutal que durante 20 días ha luchado por no serlo); sin embargo, lograr un cambio de conducta no es parámetro suficiente para calificar un esfuerzo como sincero pues existen causas objetivas que dificultan o imposibilitan dicha meta (una persona con cierto temperamento intenta toda su vida dejar de sentir ira sin conseguir más que canalizarla), el núcleo se encuentra nuevamente en la intención con la que se intenta obtener algo y no en la adquisición misma.


Algunas veces en el amor la representación de algo que no se es puede prolongarse todo el tiempo que dure la relación (y no sólo en la etapa del enamoramiento como se piensa) y, desde mi particular punto de vista, no tendría porqué ser considerado hipocresía: pues, si la perversidad de la hipocresía radica en la intención, ésta es desde su raíz distinta a la que mueve al amante a actuar de este modo.


Cuando el amante finge algo durante todo el tiempo que dura su relación (aunque el final sea dado por la muerte después de una larga vida de fidelidad) lo hace por querer en el fondo encarnar aquéllo que representa como dádiva para su amado; no como un engaño que le obtenga de él algún beneficio, ese fingimiento es más una ofrenda pues no le mueve más que el reconocimiento del amado como persona digna de su propia inmolación.


A diferencia de la hipocresía, no existe para el sujeto más ganancia que la de ver a su amado complacido; es decir, es un provecho sólo en tanto lo ha procurado antes a alguien más. Tanto en el amor como en la hipocresía es elemento indispensable la presencia de alguien sobre quien recaiga la acción; en la hipocresía el sujeto persigue su propio beneficio y no concede al alguien más participación que la de enjuiciar sus intenciones, en el amor el beneficio se le procura al amado (el alguien es ya otro sujeto).


La primera línea es entonces errónea, me dirás, no se trata del desplazamiento del sujeto, es mas bien un cambio en el complemento circunstancial de finalidad. … no me extrañan entonces tantos conflictos de pareja: a nadie le gusta pasar de ser un sujeto a un simple complemento ni saber estimada como circunstancial su existencia.


Lo hasta aquí expuesto parte, evidentemente, del verbo que hemos elegido para conectar una y otra re

alidad (hipocresía y amor); por tratarse de un verbo transitivo (fingir), la relación entre los sujetos es -como ya se ha dicho- añadida y circunstancial. Elegir un verbo intransitivo tampoco promete solución. La única salida viable que la gramática ofrece para establecer un vínculo esencial entre los sujetos sería el uso de un verbo copulativo. Sin embargo, resulta interesante notar que, eso que en gramática parece sencillo, es precisamente la mayor de las dificultades a las que el amor se enfrenta: la identificación de ambos sujetos en uno solo.

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